En las últimas décadas las olas de calor se han convertido en un fenómeno atmosférico extremo por excelencia, debido a sus implicaciones no sólo en la salud de la población, sino también en la agricultura, la ganadería y los transportes.
Por María de las Nieves Lorenzo González
Profesora Titular del Área de Física de la Tierra, Universidade de Vigo
Dominic Royé
Investigador de Geografía Física, Universidade de Santiago de Compostela
Alejandro Díaz Poso
Investigador predoctoral en Geografía Física, Universidade de Santiago de Compostela
Madrid, 19 de julio (TheConversation).- Por el momento, y aún sin que haya finalizado, la gran cantidad de valores extremos absolutos de temperatura que se han superado durante la ola de calor que vive el suroeste de Europa indican sin lugar a duda que es histórica, tanto en términos de intensidad como de extensión espacial y duración.
No debería ser una sorpresa ver eventos cada vez más extremos si recordamos la frase “de la península ibérica, olvidaos”, pronunciada por el físico alemán Hans Joachim Schellnhuber ante el insoportable calor que experimentaremos en el extremo sur del viejo continente debido al cambio climático. Esto es sólo el principio.
Los datos aportados recientemente por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) no dejan lugar a dudas: en 2030-2052 nos encontraremos 1.5 ℃ por encima de niveles preindustriales. Esto se traducirá en olas de calor más intensas, frecuentes y prolongadas a lo largo de toda Europa, especialmente en la península ibérica, un área crítica dentro de la región mediterránea.
Desde comienzos de siglo, el viejo continente ha padecido olas de calor de carácter extremo de manera cada vez más habitual. La ola de calor de 2003 dejó las cifras de mortalidad elevadas, con más de 70 mil decesos. Este episodio no es un caso aislado en cuanto a mortalidad se refiere. En 2010, 54 mil personas fallecieron en la ola de calor que azotó Rusia occidental. Además del evento de 2015, esta tendencia de eventos extremos queda ilustrada por el reciente conjunto de veranos consecutivos excepcionalmente calurosos y secos de 2018, 2019 y 2020.
DEFINICIÓN DE OLA DE CALOR
No existe un criterio uniforme para definir las olas de calor, ya que en función de la perspectiva desde la que se analice se seguirán diferentes criterios. No obstante, todas las definiciones implican al menos una forma de temperatura (sea máxima, mínima o promedio) y requieren que se supere un umbral durante un periodo determinado de tiempo, habitualmente al menos tres días.
Estos eventos pueden caracterizarse atendiendo a cuatro dimensiones: frecuencia, duración, intensidad y extensión espacial.
Pese a que numerosos índices describen las olas de calor, la dimensión de la extensión espacial y, sobre todo, la intensidad, han sido menos estudiadas, especialmente en la península ibérica.
Desde una perspectiva biometeorológica, el índice Excess Heat Factor (EHF) incorpora directamente el aspecto de la intensidad y el proceso de aclimatación del cuerpo humano, al incluir la temperatura media diaria para un periodo de tres días en comparación a los 30 días previos.
MÁS INTENSAS, EXTENSAS Y DURADERAS
Recientemente, hemos constatado que para el periodo histórico de referencia 1971-2000, la intensidad, duración y extensión espacial de las olas de calor muestran tendencias significativamente crecientes.
La intensidad máxima ha aumentado a un ritmo mayor que la intensidad media, con incrementos de entre 2 ℃² y 6 ℃² por década, mientras que el número de días de ola de calor ha subido en 3.8 días/década. La extensión media de las olas de calor también ha aumentado para este periodo un 1.71 por ciento por década, siendo aún más destacable el aumento de la extensión máxima, que alcanza un 4.3 por ciento por década.
¿QUÉ PODEMOS ESPERAR EN EL FUTURO?
Las previsiones para las próximas décadas no invitan al optimismo. Todas las tendencias observadas en el citado periodo histórico se agravarán en un futuro próximo (hasta 2050) para toda la península ibérica, con un aumento en el número medio anual de días de ola de calor del 104 por ciento, llegando al 150 por ciento en el litoral mediterráneo y Pirineos.
Estos porcentajes implican un aumento para el conjunto de la península de 6.4 días/década en el escenario más moderado del IPCC (RCP4.5), aumentando hasta los 7.6 días/década en el escenario más pesimista (RCP8.5), duplicando la tendencia observada en las últimas tres décadas del pasado siglo.
Del mismo modo, la intensidad máxima se incrementa más de un 50 por ciento en la mayor parte de la península para el escenario moderado, pero alcanza casi el 100 por ciento en gran parte del territorio en el escenario pesimista.
Además, las olas de calor no sólo serán más intensas y frecuentes, sino que cubrirán una superficie cada vez más amplia de la península ibérica. El valor de la extensión máxima muestra un aumento más notable que el de la extensión media, oscilando entre el seis por ciento y el ocho por ciento por década. Esto supone un escenario con más población afectada, mayor riesgo de incendios forestales y mayor demanda energética.
Los resultados preliminares de los que disponemos para la segunda mitad de siglo muestran la continuidad en el comportamiento observado en la primera mitad de siglo, pero con valores más altos en las tendencias y mayores diferencias entre los escenarios analizados.
VARIABILIDAD REGIONAL DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Las olas de calor en la península ibérica acostumbran a mostrar una gran variabilidad regional en términos de intensidad y duración.
Un claro ejemplo es la última gran ola de calor que aconteció en España, allá por agosto de 2018. De forma un tanto similar a la ola de calor que estos días azota con fuerza la península, esta última gran ola fue el resultado de una intensa dorsal (situación anticiclónica) en altura, situada en el oeste peninsular. Por este motivo las mayores intensidades se registraron en el oeste y noroeste de la península, así como en zonas montañosas, fruto de su presencia en altura.
De acuerdo con los datos relativos al periodo histórico (1971-2000), en las zonas en las que se registra una mayor intensidad (también llamada severidad), la duración de las olas de calor es menor, ya que estas zonas están más expuestas al rápido transporte de las masas de aire desde el océano Atlántico hacia el oeste de la península.
Muestra de esta gran variabilidad regional es que la duración de las olas de calor en la costa mediterránea y archipiélago balear duplica la duración del fenómeno en el oeste peninsular. En los días más intensos del evento de 2018 (2-3 de agosto), la ola de calor llegó a copar más de un 99 por ciento del territorio, afectando a un total de 50 millones de personas. Más de 14 millones padecieron condiciones de severidad extrema.
MEDIDAS DE ADAPTACIÓN Y MITIGACIÓN
En los próximos días veremos cómo el oeste y el noroeste peninsular dejarán de encontrarse bajo condiciones de ola de calor, mientras que en el este peninsular, y más concretamente en el litoral mediterráneo, estas condiciones aún persistirán.
Es urgente tomar medidas de adaptación y mitigación: desarrollar planes de alerta, acción y comunicación, llevar a cabo estudios sobre los cambios en la sensibilidad al calor de la población e implementar mejoras en la práctica de la gobernanza y en el diseño urbano.
La estable y persistente situación meteorológica que ha dado lugar a la ola de calor, que nos ha acompañado más de una semana, comienza a remitir, especialmente por W peninsular. Obsérvese en mapas @ECMWF diferencia entre situación de hoy y mañana. +info: https://t.co/Vg2GySpFZh pic.twitter.com/re4xnQFJYH
— AEMET (@AEMET_Esp) July 18, 2022